martes, septiembre 04, 2007

Dia de campo reducido al absurdo.

Era un día de campo en el cual no podía ignorar cada uno de los pasos dados, era uno de esos día que parecen de noche, calidos por partes, fugaces momentos de caminar hasta la orilla del lago aquel y pensar, pensar en nada, buscando una simple salida desde lo mas complicado de uno.
Que pena no poder disfrutar de los errores, que error no poder disfrutar de mis penas, que ganas de estar acompañado de esos mejores amigos que en estos momentos abundan, pero hoy no. La culpa acaece, es innecesario, totalmente inútil sentirse así, aislado, queriendo escapar.
Como imaginar una vida así, como poder pensar que uno no trabaja para conseguir eso, que uno simplemente llega a un día de campo y de lago con el solo hecho de tratar de estar bien, y que los demás también lo estén.
Familias infelices tratan nuevamente de atar cabos sueltos pescando, jugando, trepando árboles. El padre se ve mal, lo noto, la madre ayuda a su hijo disconforme a llegar a la copa de ese frondoso árbol hasta que lo consigue, su carita lo explica todo, felicidad por ratos, algo que me pasa seguido, sin la ayuda de un árbol ni de una madre esforzándose.
Tres de la tarde, brotan como raíces personas que intentan refrescarse a la orilla de la laguna, gran caudal de pies y manos que se zambullen en el agua color caramelo, agua quieta, mansa, casi sin ganas que la molesten a esa hora en que nadie quiere que lo molesten. También lo noto, el agua se parece a ese padre, el padre mira fijo al agua, yo los observo a ambos, el padre hace la misma relación, sonríe, sonrío junto a el, como poniéndonos de acuerdo en una sintonía que solamente las personas tristes pueden entender. Allí estamos, solo el yo y el agua, molestos, solicitando que de una vez por todas el sol desaparezca y termine este funesto día.
En su rostro se alcanza a percibir las falencias de su persona, su sufrimiento constante, la sombra que eligió para establecerse tranquilamente frente a la horda apresurada de gentes que buscan la calidez de la luz y el ofrecimiento del agua que disconforme los acepta, disconformidad que apreciamos solo yo y el padre, que intentamos no molestarla, porque sabemos que es así, porque estamos en igualdad de condiciones una vez mas, porque sabemos que mañana será otro día, un día de semana, donde el agua disfrutara nuevamente de su tranquilidad, donde el padre no vera a su mujer ni a sus hijos, donde yo terminare de hacer estas relaciones absurdas.